Del Concilio de Nicea a la Semana Santa

Osio de Córdoba
Ahora que estamos en Semana Santa no está demás saber de dónde procede esta vivencia cristiana, que arrastra a miles y miles de personas de los cuatro puntos cardinales del orbe.
Rezaba el año 325 de nuestra era, cuando el emperador Constantino se vio obligado a convocar este primer concilio ecuménico (si no contamos el de Jerusalén) una vez que el cristianismo había sido legalizado en 313.
Curiosamente su mayor valedor y por quien fue moderado, procedía de tierras de Hispania. Osio de Córdoba fue su garante, y en Nicea (a 130 Km de Estambul) el tema más importante a tratar fue la división que se estaba generando en el seno del cristianismo por las dudas del presbítero Arrio, acerca de la divinidad de Jesús.
Pero, por otro lado, uno de los temas de menor relevancia, aunque de hondo calado, fue el de determinar en qué momento del año se celebrarían los momentos de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Para celebrar la Pascua de Resurrección se debían cumplir unas normas:

La primera, parece obvia: que fuera domingo.

La segunda, que de ninguna manera coincidiese con la Pascua Judía, ya que se quería evitar la confusión entre ambos credos.

La tercera, que la Pascua no se celebrase dos veces en el mismo año. En esta época se daba como inicio del año en torno a los idus de marzo, es decir, en torno al equinoccio de primavera. 

De modo que se estableció que el domingo siguiente a la primera luna llena de la primavera sería la que marcase la fiesta más grande de todos los cristianos. 
Así pues, nunca sería antes del 22 de marzo, ni más allá del 25 de abril, son las cosas del calendario lunar.
Quedaron fijados el Jueves Santo para rememorar la institución de la Eucaristía, el Viernes Santo para recordar la crucifixión y finalmente la noche del Sábado Santo para celebrar la Vigilia Pascual, el momento de la Resurrección de Jesús. Así se instituyó el Triduo Pascual y así lo seguimos viviendo cada año.

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